sábado, 6 de octubre de 2012

No puedo saber. Miklós Radnóti.




No puedo saber qué significa para otros este paisaje,
para mí ese pequeño país abrazado por la llamas 
es la patria, el mundo de mi niñez que lejana se mece.
Crecí de él, como del tronco una tierna rama,
y espero que mi cuerpo también se hunda en él.
Estoy aquí, en casa. Y si alguna vez alguna mata se arrodilla
a mis pies, conozco hasta su nombre, su flor,
sé adónde van y quiénes son los que van por el camino
y sé qué significa el dolor que rojizo se desliza
entre el crepúsculo hasta los muros de las casas.
Para el piloto de guerra en las alturas este paisaje es tan sólo un mapa
y no sabe en qué lugar de aquí vivió Mihäly Vörösmarty,
¿qué esconde el mapa para él? una fábrica y un cuartel inhóspito,
yo diviso saltamontes, bueyes, una torre, una granja mansa,
él ve fábricas con los prismáticos y campos de labranza,
yo veo también al trabajador, preocupado por su faena,
bosques, vergeles pródigos, viñedos y tumbas,
entre las tumbas una abuelita llorando quedamente,
y lo que desde lo alto es un ferrocarril o una fábrica indemne,
yo veo la casita del guarda y frente a ella el guarda que da la señal
con la bandera roja en la mano y muchos niños a su alrededor,
y en el patio de las fábricas se estira un perro;
y allí está el parque, la huella de los viejos amores, y en mi boca
el sabor de los besos tan pronto es de miel como de arándano,
y aquí la piedra que golpeaba al borde de la acera 
cuando me arrastraba hacia la escuela, para que el maestro
no me preguntara la lección:
hela aquí, y nadie puede ver la piedra desde las alturas
pues no existe catalejo que muestre todo lo que guarda el corazón.
Es verdad, somos culpables, mas no más que el resto de los pueblos,
y sabemos bien cuándo hemos pecado, dónde y de qué modo,
pero aquí vive gente que trabaja sin culpa, aquí viven poetas
y lactantes en los que mudura y crece la razón,
y ella los alumbra mientras ellos la guardan en sótanos oscuros
hasta que el delo de la paz señale de nuevo nuestra tierra
y con su fresca voz responda a las palabras nuestras, que mueren 
de cansancio. 
Cúbrenos ya con tus extensas ala, nube que velas despierta
 en medio de la noche.


                                                    17 de enero 1944.

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