No puedo saber qué significa para otros este
paisaje,
para mí ese pequeño país abrazado por la
llamas
es la patria, el mundo de mi niñez que lejana se
mece.
Crecí de él, como del tronco una tierna rama,
y espero que mi cuerpo también se hunda en él.
Estoy aquí, en casa. Y si alguna vez alguna mata
se arrodilla
a mis pies, conozco hasta su nombre, su flor,
sé adónde van y quiénes son los que van por el
camino
y sé qué significa el dolor que rojizo se
desliza
entre el crepúsculo hasta los muros de las casas.
Para el piloto de guerra en las alturas este
paisaje es tan sólo un mapa
y no sabe en qué lugar de aquí vivió Mihäly
Vörösmarty,
¿qué esconde el mapa para él? una fábrica y un
cuartel inhóspito,
yo diviso saltamontes, bueyes, una torre, una
granja mansa,
él ve fábricas con los prismáticos y campos de
labranza,
yo veo también al trabajador, preocupado por su
faena,
bosques, vergeles pródigos, viñedos y tumbas,
entre las tumbas una abuelita llorando
quedamente,
y lo que desde lo alto es un ferrocarril o una fábrica
indemne,
yo veo la casita del guarda y frente a ella el
guarda que da la señal
con la bandera roja en la mano y muchos niños a
su alrededor,
y en el patio de las fábricas se estira un
perro;
y allí está el parque, la huella de los viejos
amores, y en mi boca
el sabor de los besos tan pronto es de miel
como de arándano,
y aquí la piedra que golpeaba al borde de la acera
cuando me arrastraba hacia la escuela, para que el maestro
no me preguntara la lección:
hela aquí, y nadie puede ver la piedra desde las alturas
pues no existe catalejo que muestre todo lo que guarda el corazón.
Es verdad, somos culpables, mas no más que el resto de los pueblos,
y sabemos bien cuándo hemos pecado, dónde y de qué
modo,
pero aquí vive gente que trabaja sin culpa, aquí viven poetas
y lactantes en los que mudura y crece la razón,
y ella los alumbra mientras ellos la guardan en sótanos
oscuros
hasta que el delo de la paz señale de nuevo
nuestra tierra
y con su fresca voz responda a las palabras nuestras, que mueren
de cansancio.
Cúbrenos ya con tus extensas ala, nube que velas despierta
en
medio de la noche.
17 de enero 1944.
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