miércoles, 19 de octubre de 2016

Nombrarte, Lucía. Clodet García en colaboración con Mariam Pessah.

Lucía 16 años
Lucía 16 años apenas unos días atrás
Lucía 16 años apenas unos días atrás, viva
ahí queremos detener el mundo.
unos días atrás. en el instante anterior a todo.
sabemos lo que sucedió. no podemos pensarlo. nos negamos a nombrarlo. se nos pega a los huesos. toda muerte de una joven es espanto. pero cuando la muerte es precedida del horror, lo tremendo se nos instala
palabras para aliviar a Lucía. Lucía en nosotras, en nosotros. palabras para abrazarla. para decirle que ya está, que ya no duele.
Nombrarte Lucía para que el dolor quede de este lado y se vuelva acción.
de tu lado el abrazo, Lucía, de esta lado la rabia.
Nombrarte para que viajes, para que haya un río de luz, un espacio de calma donde todo se limpie, donde todo se alivie, donde el cuerpo no pese y haya pura alma.
nombrarte Lucía para que de tu lado quede la vida, para que abramos un cauce luminoso que traiga el agua de todos los ríos, la fuerza de todos los mares.
Nombrarte para que vayas, Lucía. para que seas sonrisa, música encendida, vuelo de pájaras. de tu lado el vuelo, Lucía. de este lado la rabia. de tu lado nube y arco iris. de este lado la tremenda tarea de las preguntas sin respuesta. 
¿Qué hacernos con todo este dolor, con toda esta rabia?
Porque sabemos que tu muerte no sale de la nada. la vida se interrumpe porque hay señales que se ignoran.
A las que no se les presta atención. señales sobre un trabajo inmenso por hacer.
Hablamos de patriarcado, Lucía. de hombres que actúan como si fueran superiores. hablamos de Hombres que se creen con derechos sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras voluntades. y, finalmente, sobre nuestras vidas.
Hablamos de una cultura, de un sistema de pensamiento, de un régimen omnipresente de opresión. Estamos hablando de la dictadura feroz del patriarcado. de la naturalización de una infinidad de pequeñas violencias que forman un iceberg.
Tu muerte, como tantas muertes, es apenas una punta visible que interrumpe la realidad, la naturalidad de los días y las noches, que sacude las buenas conciencias y nos quita la calma.
Pero eso sólo unos días y luego se reacomoda todo. y así se mantiene el círculo encendido del horror.
Por eso nombrarte Lucía, para no olvidar. el problema es que debajo de tu muerte, de cada muerte, hay una montaña oculta de pensamientos, de acciones, de atropellos. hay una montaña helada de abusos, de ideas, de violencias. una inmensidad de machismos, de estragos, de cinismos mezclada a la resignación y al miedo.
Y esa montaña está oculta en nuestras casas, nuestras calles, disimulada dentro de lo que llamamos “normalidad”.
Porque es normal esta cultura de odio disimulado hacia nosotras. de cosificación, de desprecio, de crueldad.
Nombrarte Lucía para que tiemble el mundo. para estallar la anestesia ante un sistema de horror legitimado que nos obliga a ser sumisas y obedientes. que nos indica que no hay que perder las formas, que para nosotras únicamente la dulzura.
Lucía, haremos de tu muerte lava de volcán.
Que nos ayude a despertar y a gritar. que no quede una sola mujer con miedo, esposada por este sistema de horror.
Nombrarte lucia para que tu nombre sea rebeldía.
Despatriarcalizar es una tarea que se hace piedra a piedra. metro a metro. no podemos revolucionar el mundo pero podemos cambiar el metro de mundo que habitamos. empezando ahora por cada uno, cada una. ahora. ya.
Nombrarte Lucía y organizar la rabia.
Nombrarte y que la furia sea motor que no permita que ningún pibe se sienta más, que ninguna piba se sienta menos. para que ningún tipo se atreva. para que ninguna de nosotras calle.
Nombrarte para que el dolor nos deje ver la parte de realidad que se entierra en la arena. y que seamos en cada golpe de ola, agua que horada la dictadura patriarcal.
Nombrarte Lucía porque 16 años. porque agua, olas, viento. porque ya no iceberg de miedo sino montaña sagrada.
Nombrarte porque altura, porque pájara.
Porque nos quedamos de pie.
Porque de este lado hay mucha vida que mantener encendida. porque tu muerte traza una línea en la noche y nos obliga a mirar. nombrarte con los ojos abiertos heridos de realidad, Lucía. mirar para ver. ver para accionar. para que seamos la rabia creativa que transforme el mundo. sumando metro a metro, paso a paso
Nombrarte Lucía para que pases de la noche al día, del terror a la vida
y que seas aire, viento en el bosque, brisa en la playa
de este lado un volcán encendido en acción
Lucía, no te dejaremos flores, dejaremos piedras
piedras que guardan siglos de verdad
piedras como símbolo de rabia y de lucha que alimente y recuerde que es hora de acción
16 piedras que no se marchitan, que no se apagan
16 piedras como testimonio de nuestro compromiso a la lucha, a tu recuerdo encendido
16 piedras llenas de rabia y de amor

Clodet García en colaboración con Mariam Pessah. 15 -10-2016. Lectura: María Barjacoba. Mar del Plata
16-10-16


viernes, 10 de octubre de 2014

Poema a la Clase Media


Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande

Desde el medio
mira medio mal
a los negritos
a los ricos
a los sabios
a los locos
a los pobres

Si escucha a un Hitler
medio le gusta
y si habla un Che
medio también

En el medio de la nada
medio duda
como todo le atrae
(a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida)
sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan
(medio en las sombras)
a veces, sólo a veces, se da cuenta
(medio tarde)
de que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina

Así, medio rabiosa
se lamenta
(a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza
a entender
ni medio



Daniel Cézare

viernes, 22 de agosto de 2014

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: Remedios, la bella.


Remedios, la bella (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez)

Remedios, la bella, fue la única que permaneció inmune a la peste del banano. Se estancó en una adolescencia magnífica, cada vez más impermeable a los formalismos, más indiferente a la malicia y la suspicacia, feliz en un mundo propio de realidades simples. No entendía por qué las mujeres se complicaban la vida con corpiños y pollerines, de modo que se cosió un balandrán de cañamazo que sencillamente se metía por la cabeza y resolvía sin más trámites el problema del vestir, sin quitarle la impresión de estar desnuda, que según ella entendía las cosas era la única forma decente de estar en casa. La molestaron tanto para que se cortara el cabello de lluvia que ya le daba a las pantorrillas, y para que se hiciera moños con peinetas y trenzas con lazos colorados, que simplemente se rapó la cabeza y les hizo pelucas a los santos. Lo asombroso de su instinto simplificador era que mientras más se desembarazaba de la moda buscando la comodidad, y mientras más pasaba por encima de los convencionalismos en obediencia a la espontaneidad, más perturbadora resultaba su belleza increíble y más provocador su comportamiento con los hombres.

Cuando los hijos del coronel Aureliano Buendía estuvieron por primera vez en Macondo, Úrsula recordó que llevaban en las venas la misma sangre de la bisnieta, y se estremeció con un espanto olvidado. «Abre bien los ojos -la previnió-. Con cualquiera de ellos, los hijos te saldrán con cola de puerco.» Ella hizo tan poco caso de la advertencia, que se vistió de hombre y se revolcó en arena para subirse en la cucaña, y estuvo a punto de ocasionar una tragedia entre los diecisiete primos trastornados por el insoportable espectáculo. Era por eso que ninguno de ellos dormía en la casa cuando visitaban el pueblo, y los cuatro que se habían quedado vivían por disposición de Úrsula en cuartos de alquiler. Sin embargo, Remedios, la bella, se habría muerto de risa si hubiera conocido aquella precaución. Hasta el último instante en que estuvo en la tierra ignoró que su irreparable destino de hembra perturbadora era un desastre cotidiano.

Cada vez que aparecía en el comedor, contrariando las órdenes de Úrsula, ocasionaba un pánico de exasperación entre los forasteros. Era demasiado evidente que estaba desnuda por completo bajo el burdo camisón, y nadie podía entender que su cráneo pelado y perfecto no era un desafío, y que no era una criminal provocación el descaro con que se descubría los muslos para quitarse el calor, y el gusto con que se chupaba los dedos después de comer con las manos. Lo que ningún miembro de la familia supo nunca, fue que los forasteros no tardaron en darse cuenta de que Remedios, la bella, soltaba un hálito de perturbación, una ráfaga de tormento, que seguía siendo perceptible varias horas después de que ella había pasado. Hombres expertos en trastornos de amor, probados en el mundo entero, afirmaban no haber padecido jamás una ansiedad semejante a la que producía el olor natural de Remedios, la bella. En el corredor de las begonias, en la sala de visitas, en cualquier lugar de la casa, podía señalarse el lugar exacto en que estuvo y el tiempo transcurrido desde que dejó de estar. Era un rastro definido, inconfundible, que nadie de la casa podía distinguir porque estaba incorporado desde hacía mucho tiempo a los olores cotidianos, pero que los forasteros identificaban de inmediato. Por eso eran ellos los únicos que entendían que el joven comandante de la guardia se hubiera muerto de amor, y que un caballero venido de otras tierras se hubiera echado a la desesperación. Inconsciente del ámbito inquietante en que se movía, del insoportable estado de íntima calamidad que provocaba a su paso, Remedios, la bella, trataba a los hombres sin la menor malicia y acababa de trastornarlos con sus inocentes complacencias.

Cuando Úrsula logró imponer la orden de que comiera con Amaranta en la cocina para que no la vieran los forasteros, ella se sintió más cómoda porque al fin y al cabo quedaba a salvo de toda disciplina. En realidad, le daba lo mismo comer en cualquier parte, y no a horas fijas sino de acuerdo con las alternativas de su apetito. A veces se levantaba a almorzar a las tres de la madrugada, dormía todo el día, y pasaba varios meses con los horarios trastrocados, hasta que algún incidente casual volvía a ponerla en orden. Cuando las cosas andaban mejor, se levantaba a las once de la mañana, y se encerraba hasta dos horas completamente desnuda en el baño, matando alacranes mientras se despejaba del denso y prolongado sueño. Luego se echaba agua de la alberca con una totuma. Era un acto tan prolongado, tan meticuloso, tan rico en situaciones ceremoniales, que quien no la conociera bien habría podido pensar que estaba entregada a una merecida adoración de su propio cuerpo. Para ella, sin embargo, aquel rito solitario carecía de toda sensualidad, y era simplemente una manera de perder el tiempo mientras le daba hambre.

Un día, cuando empezaba a bañarse, un forastero levantó una teja del techo y se quedó sin aliento ante el tremendo espectáculo de su desnudez. Ella vio los ojos desolados a través de las tejas rotas y no tuvo una reacción de vergüenza, sino de alarma.

—Cuidado -exclamó—. Se va a caer.

—Nada más quiero verla —murmuró el forastero.

—Ah, bueno —dijo ella—. Pero tenga cuidado, que esas tejas están podridas.

El rostro del forastero tenía una dolorosa expresión de estupor, y parecía batallar sordamente contra sus impulsos primarios para no disipar el espejismo. Remedios, la bella, pensó que estaba sufriendo con el temor de que se rompieran las tejas, y se bañó más de prisa que de costumbre para que el hombre no siguiera en peligro. Mientras se echaba agua de la alberca, le dijo que era un problema que el techo estuviera en ese estado, pues ella creía que la cama de hojas podridas por la lluvia era lo que llenaba el baño de alacranes. El forastero confundió aquella cháchara con una forma de disimular la complacencia, de modo que cuando ella empezó a jabonarse cedió a la tentación de dar un paso adelante.

—Déjeme jabonarla —murmuró.

—Le agradezco la buena intención —dijo ella—, pero me basto con mis dos manos.

—Aunque sea la espalda —suplicó el forastero.

—Sería una ociosidad —dijo ella—. Nunca se ha visto que la gente se jabone la espalda.

Después, mientras se secaba, el forastero le suplicó con los ojos llenos de lágrimas que se casara con él. Ella le contestó sinceramente que nunca se casaría con un hombre tan simple que perdía casi una hora, y hasta se quedaba sin almorzar, sólo por ver bañarse a una mujer. Al final, cuando se puso el balandrán, el hombre no pudo soportar la comprobación de que en efecto no se ponía nada debajo, como todo el mundo sospechaba, y se sintió marcado para siempre con el hierro ardiente de aquel secreto. Entonces quitó dos tejas más para descolgarse en el interior del baño.

—Está muy alto —lo previno ella, asustada—. ¡Se va a matar!

Las tejas podridas se despedazaron en un estrépito de desastre, y el hombre apenas alcanzó a lanzar un grito de terror, y se rompió el cráneo y murió sin agonía en el piso de cemento. Los forasteros que oyeron el estropicio en el comedor, y se apresuraron a llevarse el cadáver, percibieron en su piel el sofocante olor de Remedios, la bella. Estaba tan compenetrado con el cuerpo, que las grietas del cráneo no manaban sangre sino un aceite ambarino impregnado de aquel perfume secreto, y entonces comprendieron que el olor de Remedios, la bella, seguía torturando a los hombres más allá de la muerte, hasta el polvo de sus huesos. Sin embargo, no relacionaron aquel accidente de horror con los otros dos hombres que habían muerto por Remedios, la bella. Faltaba todavía una víctima para que los forasteros, y muchos de los antiguos habitantes de Macondo, dieran crédito a la leyenda de que Remedios Buendía no exhalaba un aliento de amor, sino un flujo mortal. La ocasión de comprobarlo se presentó meses después una tarde en que Remedios, la bella, fue con un grupo de amigas a conocer las nuevas plantaciones. Para la gente de Macondo era una distracción reciente recorrer las húmedas e interminables avenidas bordeadas de bananos, donde el silencio parecía llevado de otra parte, todavía sin usar, y era por eso tan torpe para transmitir la voz. A veces no se entendía muy bien lo dicho a medio metro de distancia, y, sin embargo, resultaba perfectamente comprensible al otro extremo de la plantación. Para las muchachas de Macondo aquel juego novedoso era motivo de risas y sobresaltos, de sustos y burlas, y por las noches se hablaba del paseo como de una experiencia de sueño. Era tal el prestigio de aquel silencio, que Úrsula no tuvo corazón para privar de la diversión a Remedios, la bella, y le permitió ir una tarde, siempre que se pusiera un sombrero y un traje adecuado. Desde que el grupo de amigas entró a la plantación, el aire se impregnó de una fragancia mortal. Los hombres que trabajaban en las zanjas se sintieron poseídos por una rara fascinación, amenazados por un peligro invisible, y muchos sucumbieron a los terribles deseos de llorar. Remedios, la bella, y, sus espantadas amigas, lograron refugiarse en una casa próxima cuando estaban a punto de ser asaltadas por un tropel de machos feroces. Poco después fueron rescatadas por los cuatro Aurelianos, cuyas cruces de ceniza infundían un respeto sagrado, como si fueran una marca de casta, un sello de invulnerabilidad. Remedios, la bella, no le contó a nadie que uno de los hombres, aprovechando el tumulto, le alcanzó a agredir El vientre con una mano que más bien parecía una garra de águila aferrándose al borde de un precipicio. Ella se enfrentó al agresor en una especie de deslumbramiento instantáneo, y vio los ojos desconsolados que quedaron impresos en su corazón como una brasa de lástima. Esa noche, el hombre se jactó de su audacia y presumió de su suerte en la Calle de los Turcos, minutos antes de que la patada de un caballo le destrozara el pecho, y una muchedumbre de forasteros lo viera agonizar en mitad de la calle, ahogándose en vómitos de sangre.

La suposición de que Remedios, la bella, poseía poderes de muerte, estaba entonces sustentada por cuatro hechos irrebatibles. Aunque algunos hombres ligeros de palabra se complacían en decir que bien valía sacrificar la vida por una noche de amor con tan conturbadora mujer, la verdad fue que ninguno hizo esfuerzos por conseguirlo.

Tal vez, no sólo para rendirla sino también para conjurar sus peligros, habría bastado con un sentimiento tan primitivo, y simple como el amor, pero eso fue lo único que no se le ocurrió a nadie. Úrsula no volvió a ocuparse de ella. En otra época, cuando todavía no renunciaba al propósito de salvarla para el mundo, procuró que se interesara por los asuntos elementales de la casa. “Los hombres piden más de lo que tú crees”, le decía enigmáticamente. “Hay mucho que cocinar, mucho que barrer, mucho que sufrir por pequeñeces, además de lo que crees.” En el fondo se engañaba a sí misma tratando de adiestrarla para la felicidad doméstica„ porque estaba convencida de que, una vez satisfecha la pasión, no había un hombre sobre la tierra capaz de soportar así fuera por un día una negligencia que estaba más allá de toda comprensión. El nacimiento del último José Arcadio, y su inquebrantable voluntad de educarlo para Papa, terminaron por hacerla desistir de sus preocupaciones por la bisnieta. La abandonó a su suerte, confiando que tarde o temprano ocurriera un milagro, y que en este mundo donde había de todo hubiera también un hombre con suficiente cachaza para cargar con ella. Ya desde mucho antes, Amaranta había renunciado a toda tentativa de convertirla en una mujer útil. Desde las tardes olvidadas del costurero, cuando la sobrina apenas se interesaba por darle vuelta a la manivela de la máquina de coser, llegó a la conclusión simple de que era boba. “Vamos a tener que rifarte”, le decía, perpleja ante su impermeabilidad a la palabra de los hombres. Más tarde, cuando Úrsula se empeñó en que Remedios, la bella, asistiera a misa con la cara cubierta con una mantilla, Amaranta pensó que aquel recurso misterioso resultaría tan provocador, que muy pronto habría un hombre lo bastante intrigado como para buscar con paciencia el punto débil de su corazón. Pero cuando vio la forma insensata en que despreció a un pretendiente que por muchos motivos era más apetecible que un príncipe, renunció a toda esperanza. Fernanda no hizo siquiera la tentativa de comprenderla. Cuando vio a Remedios, la bella, vestida de reina en el carnaval sangriento, pensó que era una criatura extraordinaria. Pero cuando la vio comiendo con las manos, incapaz de dar una respuesta que no fuera un prodigio de simplicidad, lo único que lamentó fue que los bobos de familia tuvieran una vida tan larga. A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa.

-¿Te sientes mal? -le preguntó.

Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.

-Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.

Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.

18/8

jueves, 8 de noviembre de 2012

Agosto. Víctor Lopez Zumelzu.

Agosto
¿Cuántas palabras existirán para nombra la nieve,
el frío, el hielo, la escarcha?
La manera en que estamos aquí
en este espacio (tú leyendo)
y no allá
y decimos en la sala de clases
presente cuando se lee la lista
o simplemente pasamos
a no estar si no hablamos
con el tiempo aprendemos
que las cosas alrededor de nosotros
tienen un nombre
y nosotros también las aprendemos
a nombrar
esto es una silla
esto otro una carta
si deseas abrirla debes rasgar el sobre
Mi padre construyendo mi primera biblioteca se golpeó
el dedo tan fuerte que la uña se le cayó
Quedando en su lugar un espacio vacío
el cual yo siempre evité de mirar
Los recuerdos ya no son así de claros
El tiempo se ha plegado sobre ellos dejando entrever
una grieta oscura algo así como un significante
Pienso con frecuencia en aquello
que nos es difícil de recordar
las distorsiones narrativas
y poéticas a las que uno se ve expuesto
La lógica que guarda cada acto infinito
Una mariposa mueve sus alas en Quinta normal
y eso causa una tormenta
de proporciones de Rhode Island
Un lugar entre la falta de límite
o la falta de definición
La última vez que vi llorar a mi hermano fue cuando
se marcho al servicio militar
después volvió y su rostro era mucho más duro
indiferente
Cada país tiene una palabra para definir el miedo
La soledad
La música de los insectos en verano
La interpretación de la danza
de la naturaleza
La angustia de vivir pensando en el corazón
como un cazador solitario
incluso la idea de caza parece ser anterior a la misma idea
de representación
¿Cómo puede ser posible que alguien
haya decidido levantar un edificio
frente al paisaje que dibujaba todos los días
en su cuaderno?
Ahora no hay horizonte ni distancia visible
la distancia es un asunto de contexto piensa
Sin embargo un cuaderno vacío sin ninguna imagen
también es una imagen
No nos olvidemos que este texto
se compone de imágenes
Imágenes débiles
Imágenes sutiles
Imágenes que se duermen
en la velocidad de la lengua
Lo único que uno aprende con el tiempo
es abrocharse los zapatos
prepararse huevos revueltos
e intentar simular la falta de confianza
al nombrar los puntos oscuros
los vidrios rotos en los que ha chocado la nieve
Todo placer ha nacido de la necesidad
nos dice Hölderlin
y Joseph Brodsky nos dice al respecto que las cosas
Se endurecen en la memoria
para que uno no pueda mudarlas de lugar
Pero todo depende del cristal
con que uno observe
el día o la noche
y como la imaginación es capaz de fundir
dos o más conceptos
en una imagen
La ventana ese año permaneció todo el tiempo cerrada
aún así el mundo afuera seguía
dando muestras de su existencia
Las gotas en el cristal,
la débil melodía de los pájaros
en la mañana
¿Cómo podremos reconocer algún día ante nosotros
lo que nunca antes hemos visto?
Cómo decir felicidad sin haber escuchado
nunca la palabra felicidad
En esta parte del texto hay algo indescifrable
una imagen que imita nuestra vida, que intenta
ser nuestra vida
La extensión es proporcional
al miedo
y ella la última imagen que conserva de él
es marchándose
bajo un camino oscuro rodeado de cipreses.

(de Guía para perderse en la ciudad)


Víctor López Zumelzu

gadsy

1. Víctor Lopez Zumelzu.

De Guía para perderse en la ciudad.

1.-
Se acercó a la ventana para dar una idea exacta
de un “hecho”
Pero descubrió que no existe una idea exacta
de un hecho
Solo un montón de hojas muertas acumulándose
en la parte trasera de un jardín
Un jardín que lo más bien podría ser
un jardín mental
donde se acumulan ideas, recuerdos o la noción
que nosotros tenemos de la palabra “recuerdos”
Lo cierto es que se acercó a la ventana
para decir:
Mira hijo esta hoja que yace aquí muerta
mientras tú  crecías, ella también crecía,

mientras aprendías en tú cuerpo los secretos
de un lenguaje hecho de diferencias

ella también aprendía a ocupar un lugar en el tiempo
y en el espacio delimitado por la palabra diferencia

Inclusive ya por esos años un tipo llamado
Ludwig Wittgenstein le decía a su amante al oído
Hay tantas palabras invisibles que deseo oír
Tan solo por decir algunas cosas que sucedieron aquí
durante tu ausencia
La mitad de la casa fue desmantelada para dar paso
a una carretera de alta velocidad
a mí se me cariaron los dientes
y tu hermana se deprimió
hasta el punto de desaparecer
Entonces ¿cuántas visitas al dentista serán necesarias
para que los dientes parezcan realmente blancos?
Brillen
sin el sarro que por años
se acumuló
Para que al final del día con la boca anestesiada
podamos preguntarnos
¿Ahora cuánto tiempo es necesario
para aprender a sonreír?
Preguntas como estas no existen
y si existieran
El paisaje publicitario
que nos rodea asemejaría
un montón de hojas muertas acumulándose
en la parte trasera de un jardín
Un jardín que lo más bien podría ser
un jardín mental
La última imagen que ella conserva de él
es marchándose
bajo un camino oscuro rodeado de cipreses
Un hombre es siempre un libro de gramática abierto
donde los fantasmas del contexto
giran sobre sus manos
Si digo esto puede ser sostenido por una mano
también estoy diciendo
la pesadez puede ser sostenida por las palabras
Quizás la manera en que llevamos la palabra abandono
inscrita en el cuerpo
sea la razón por la cual nos quedamos
hasta tarde pensando
en las hojas que caen en el patio de atrás
sin que nadie
se de cuenta
Entonces ¿cuáles serán las palabras apropiadas para decirle
a alguien que su hijo ha muerto?
¿Cómo es que un día acaricias el rostro de alguien
y al otro día ese alguien es un fantasma
temible y aterrador?
Lo cierto sería decir que los jardineros se durmieron
cortando la maleza y es tarde
A esta hora el pasto degollado, mutilado
se empieza a secar
y ahora vendrá lo difícil
¿Por dónde empezar una conversación?
¿Cómo empezar a hilar esa red de asociaciones que
hace mucho
los lingüistas definieron como habla?
y que ahora en un paisaje completamente derruido
abandonado
volverá a nacer
Hay un árbol a la distancia la curvatura del cielo
lo hace posible
Mi abuela de a poco vertía el té caliente
en el plato y lo soplaba
cuando llegue a la ciudad
me dijeron que tenía que olvidar
todas mis costumbres de campesino
el sonido de la lluvia en el lóbulo de la oreja
la camisa a cuadros
el tartamudeo que primero dobla las palabras
y luego las ideas
Las palabras también sufren en su piel
el paso del tiempo
En primavera los cipreses se mueven con la brisa
Las manchas en las sábanas
son de un gris pálido casi solar
Esa mañana él se marcho temprano
hizo sus maletas
ella en cambio abrió las ventanas
y la habitación se inundo de luz
Una pregunta no necesita de una respuesta
pero una respuesta necesita ser interpretada
en función de pregunta
A veces las palabras son más frías que los objetos
los objetos necesitan ser observados con detenimiento
Las palabras son lentas
y provienen de la garganta
El día está repleto de palabras
y se resume en el horizonte
Un obrero cansado desde las alturas mira a su hijo
escribir un poema
Él también construye un edificio de palabras
en el cual nunca vivirán
Un edificio que sangra la herida
del mundo
Un montón de imágenes
que se fueron acumulando
una a otra
antes de que viniera alguien y las barriera bajo
la alfombra de golpe
No te quedes con la luz prendida hasta tarde
decía mi mama
La oscura inmovilidad de las cosas que se duerme
en los ángulos como el polvo
Una canción que se fue formando
de a fragmentos
Hasta traer desde la infancia
una ráfaga turbia de hojas
que se fueron acumulando
bajo un cielo de nubes luminosas
¿Cuántas hojas pueden caer en el mismo lugar
antes de que en nuestros labios se forme
un pensamiento?
Cómo se sumerge por años el dolor para volver
a emerger un día cualquiera
En la apacible forma de una película
donde ha empezado a nevar
lo blanco refulge
y lo único que uno puede hacer
es sentarse en el sillón
abrigarse
y beber una taza de sopa caliente
Ella se hizo un collar con los cristales que estaban
esparcidos en el suelo
después vino alguien vestido de blanco
la declaró loca
y no volvió nunca más
Un libro necesita ser leído al menos una vez
para que sus hojas no se resquebrajen con el tiempo
Un paisaje de posibles oraciones
y frases hermosas
que no dicen nada
La escritura no es la representación del mundo
sino una concesión con él
¿Cuántos libros uno puede leer en su vida
y seguir teniendo la sensación de vacuidad?
La ventana se rompió y los cristales quedaron esparcidos
en el suelo
Un poema es un inventario
de silencios
Mi abuelo creía que yo era demasiado negro
como para ser familiar de él
cuando iba a verlo no respondía el timbre de la puerta
de su casa
hasta que un día no respondió más
Las flores en el jardín despiertan
Afuera el canto de los pájaros
y el sonido de las patrullas
sostienen un discurso
Cada palabra tiene una representación mental
Así como cada persona sostiene sus propias
preguntas y respuestas
La débil distancia que separa el suave aroma
de un cuerpo joven
del intenso olor que expele un cuerpo
ya senil
Pese a la lluvia matinal el cielo es de un color
fuertemente anaranjado
Las nubes grises se retiran hacia un paisaje
escrito una y mil veces
pero aun así repleto de incertidumbre

(de Guía para perderse en la ciudad)


Víctor Lopez Zumelzu

gadsy

Pan del corazón - Carta abierta (Carlos Levy).

A Julio Carabelli, cómplice.
A Jorge Sosa, que convierte las palabras en abrazos.
“La noche en que fusilen canciones y poetas
por haber traicionado, por haber corrompido
la música y el pólen, los pájaros y el fuego,
quizá a mí me salven estos versos que digo.”
Antonio Esteban Aguero


Todos los días
la poesía todos los días
todos los días como bandera
como bandera todos los días darla al viento
y que el viento la lleve
de ciudad en ciudad
de pueblo en pueblo
sin olvidar ninguno por pequeño que sea
casa por casa de puerta en puerta
cada lugar del valle al mar con su poema
y cada hombre
porque es pan del corazón

y todos los días a nosotros el pan nuestro

No oyeron ese canto acaso
nacido elemental y puro en la ronda de los niños
leudar ingenuo con la ganas
de una muchacha de amor primerizo
ser consuelo
después del dios cuando hambriento lo reclama?

no lo supieron el crepúsculo
árbol nube baja tempestad
planeta
universo
vida
esa piedad de milagros alborotando
un pedacito del espacio?

Yo doy fe del verso insomne
hablándole a la mano del suicida
camarada empezar de nuevo mañana cardinal

Y es batalla claro mucha batalla
todos los días batalla

Es pan del corazón

Y ustedes
sí ustedes
se preguntaron por Federico y la sangre derramada?
saben que aún llora la guitarra de Víctor?
a ustedes
les dieron alguna vez duro con un palo duro como a César?

No saben nada
la poesía no es libre
esta presa del abrazo humano y necesario

Es el pan del corazón y ustedes
farsantes
meros ordenadores de palabras
que osan llamarse a sí mismos
pomposamente
poetas
al traicionar su espíritu lo han corrompido

Les digo:
sus metáforas tan pulcras ellas
declamadas a patéticos exégetas
no son perfectas están muertas
porque son ustedes vanidosos
navegan tan por arriba capitanes celestes
que aún soberbios como dioses no les dieron vida

Mientras tanto dispensadme los exabruptos y sed felices
a puertas cerradas
muy bien
realizad vuestras selectas tertulias
escuchaos los unos a los otros
y aplaudíos
y regocijaos mucho cuando dicen vuestros nombres
ahora aprovechad
el olvido vigila

Y hacedle a los mortales un favor
con el pan no jodais.

Carlos Levy

Extraído de: http://www.poeticas.com.ar/Directorio/Poetas_miembros/Carlos_Levy.html

lunes, 22 de octubre de 2012

La vida es sueño (fragmento) - Pedro Calderón de la Barca

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


Pedro Calderón de la Barca