miércoles, 26 de septiembre de 2012

De dos servilletas halladas en una mesa. (Carlos Levy)

por eso, hoy
a los 20 días de enero de 1991
dado cuenta, después de todo,
que nada va mejor en este siglo pavoroso,
desde la tierra de Mendoza,
por los poderes que me otorga la imaginación,
invocando el mandato y protección de los nobles
                        fantasmas que me contienen,
en mi legítima defensa,
en salvaguarda de mi locura
 a la edad de estar a tiempo todavía y en pleno ejercicio
de mi alteración mental,
siendo dueño de mis actos
y aconsejado por el instinto de conservación,
en nombre de todo lo que he amado
y presintiendo los días por venir,
decido emigrar del siglo veinte.

Me acompañan en este acto
alguna hoja rebelde a los otoños,
el color ocre,
una foto del que suscribe adolescente,
una canción contra los cuerdos y un diario de la fecha,
con toda la realidad
por si quisiera agarrarme la nostalgia;

he comprado algunos caramelos para el viaje
considerando mi regreso simplemente una cordura.

Como el clima está tan loco como yo
llevo un pulóver que guarda las lágrimas de
            una mujer que lloró sobre mi hombro.

Téngase en cuenta
que dejo sin remordimientos las tonterías
                                                que me ataban,
el reloj de acuestilevante y su estúpido
                                                horario de comercio,
la máquina de afeitar
la televisión, los semáforos, el prohibido pisar el césped
el portafolios, la llave, los espejos
la odiosa carrera confortista
la endoguerra de mis pies que se pelaban
entre los cielos y la tierra
y la exoguerra del hombre contra el hombre
dejo la esperanza
para quienes, todavía, creen en dios;
dejo todo aquello que atentó con
                                                cuerdificarme.

Partiré a la hora del angelus en un hermoso
                        Pegaso blanco desde la esquina.


Nota: “hay un garabato, una enorme boca
dibujada con la lengua afuera. Guardo las
servilletas en mi bolsillo, mientras el
loco del bar me sonríe, me guiña un
ojo y sale silbando a la lluvia”.

Carlos Levy


DELIMITACIÓN DE RESPONSABILIDAD: Todas las afirmaciones de este blog son libres interpretaciones mías, sujetas a posibles, abruptos y arbitrarios cambios de opinión sin aviso previo.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Carne es mi dureza.

Soy más dura que la dureza, que los cuerpos de hierro, más dura que lo duro del pecho.
Más dura, porque vienen arreando con su manto de intentos.
Me erijo sobre las devastaciones, lo letal me quema.
Me paro, me visto con blindaje carnal.
Y por tanta frialdad lloran hasta las máquinas.
Mil entierros en el campo tengo adentro mio, donde fallecidos amores son montañas, montes, ríos.
Mis pálidos amores se enrojecen.
Soy dura, por mi tierno campo donde lo que muere vive, donde no hay nostalgia, porque los destellos más tristes, se han transformado en ilusión de alegría.
Más dura que la ausencia, por mis manantiales de sangre en las venas. por los caudales tiernos, siempre tan blandos.
Carne es mi dureza, vértebra por vértebra.
Sobre devastaciones me erijo, por los letales cariños.
Y por tanta frialdad lloran hasta las máquinas.
Dura, más que la ausencia, por mis manantiales de sangre en las venas. Y por los caudales tiernos, siempre tan blandos.
Mil ternuras en el campo llevo adentro mío, donde pálidos amores son montañas, montes, ríos.

M.V.
Publicado en "La Protesta" (set-oct-2012), periódico que aparece desde 1897 y que se consigue en algunos kioscos del subte de Buenos Aires y algunos kioscos y librerías de todo el país.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Tenemos el arte para que la verdad no nos mate.

¿Sólo conoces lo Real? Cae muerto.
Eso dijo Nietzsche.

Tenemos el arte para que la verdad no nos mate.

Para nosotros el mundo es demasiado.

Después de cuarenta días el Diluvio sigue.

Las ovejas que pastan allá lejos son chacales.

Ese tictac en tu cabeza es de verdad el Tiempo

y vendrá por la noche a sepultarte.

El tibio niño que ahora duerme partirá en el alba,

y con tu corazón irá hacia mundos que ignoras.

Y por eso

necesitamos que el Arte enseñe a respirar

y haga latir la sangre; tener que aceptar la cercanía

del Diablo

y la edad y la sombra y el coche que atropella,

y al payaso con máscara de Muerte

o la calavera que con corona de Bufón

a medianoche agita cascabeles

de óxido sangriento y matracas gruñonas

que estremecen los huesos del desván.

Tanto, tanto, tanto... ¡Demasiado!

¡Destroza el corazón!

¿Y entonces? Encuentra el Arte.

Toma el pincel. Aviva el paso. Mueve las piernas.

Baila. Prueba el poema. Escribe teatro.

Más hace Milton que Dios, aun borracho,

para justificar los modos del Hombre con el Hombre.

Y el divagante Melville se toma en serio la tarea

de encontrar la máscara bajo la máscara.

Y la homilía de Emily D. señala el basurero

de nuestras anomalías.

Y Shakespeare envenena el dardo de la Muerte

y la herramienta de un arte de enterrador.

Y Poe construye un Arca de huesos

porque ha presentido un diluvio de sangre.

La muerte es una dolorosa muela del juicio;

extrae esa Verdad con las tenazas del Arte

y emploma el abismo en donde estaba

oculta en las sombras con el Tiempo y las Causas.

Aunque el Gusano Rey nos devore el corazón

con la boca de Yorick demos gracias al Arte.





We Have Our Arts So We Don’t Die of Truth

Know only Real? Fall dead.
So Nietzsche said.
We have our Arts so we won’t die of Truth.
The World is too much with us.
The Flood stays on beyond forty days,
The sheep that graze in yonder fields are wolves.
The clock that ticks inside your head is truly Time
And in the night will bury you.
The children warm in bed at dawn will leave
And take your heart and go to worlds you do not know.
All this being so
We need our Arts to teach us how to breathe
And beat out blood; accept the devil’s neighborhood,
And age and dark and cars that run us down,
And clown with Death’s-head in him
Or skull that wears Fool’s crown
And jingles blood-rust bells and rattles groans
To earthquake-settle attic bones late nights.
All this, this, this, all this—too much!
It cracks the heart!
And so? Find Art,
Seize brush. Take stance. Do fancy footwork. Dance.
Run race. Try poem. Write play.
Milton does more than drunk God can
To justify Man’s way toward Man.
And maundered Melville takes as task
To find the mask beneath the mask.
And homily by Emily D. shows dust-bin Man’s anomaly.
And Shakespeare poisons up Death’s dart
And of gravedigging hones an art.
And Poe divining tides of blood
Builds Ark of bone to sail the flood.
Death, then, is painful wisdom tooth;
With Art as forceps, pull that Truth,
And plumb the abyss where it was
Hid deep in dark and Time and Cause.
Though Monarch Worm devours our heart,
With Yorick’s mouth cry, “Thanks!” to Art.




De Zen en el arte de escribir
Trad. Marcelo Cohen
Minotauro, 2002